Soñaba cosas mientras dormían.
Un héroe dispuesto a todo
por erradicar el mal de cualquier modo,
un paisaje árido, uno bello,
con luz de Sol o de Luna y su destello.
Una carcajada
que recorría todos los valles,
las viñetas y las calles
en cascada.
Ellos dormían y yo dibujaba.
En cualquier lugar
apenas entraba luz por la ventana
ya estaba yo frente a la hoja plana
dispuesto a garabatear.
Captando el plano imposible,
poniendo el color más brillante
a mano, y el corazón latente
viviendo lo increíble.
Ellos dormían y yo dibujaba.
Libretas enteras completé.
Carpetas amontonaba
mientras los rotuladores se gastaban,
hojas enteras manché.
Porque la tinta fluía por el papel
como la sangre fluye por las venas,
ajenas a alegrías o penas
a través de bolígrafo o pincel.
Porque adoraba el raspar del grafito,
los dedos alrededor,
aprender de cada error,
seguir un baile como rito.
Ellos dormían y yo dibujaba.
Pero empecé a tener temor,
empecé a cuestionar mi trazo,
desmembré mis guiones y hechos pedazos
empecé a hacerme mayor.
Empecé a dudar de mis virtudes,
de si realmente las tenía
o solo hacía tonterías.
Cuestioné mis actitudes.
Entonces dejé de dibujar,
lo dejé todo de lado
y me hallé a mí varado
sin saber a dónde tirar.
¿Había perdido tantas horas
para no obtener nada
más que una mente atada
sin hallar ninguna mejora?
Ellos dormían… yo soñaba.